Iglesia Inmaculado Corazón de Maria

Iglesia católica

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Descripción


En estas palabras, la gloriosa Emperatriz, ensalzada sobre los coros de los ciudadanos celestiales, es recomendada por el Espíritu Santo, y con recomendación perfecta, en cuanto a su asunción a los cielos; y es recomendada por tres cualidades que hacen recomendable en extremo a cualquiera noble señora, a saber: la hermosura perfecta, la suprema nobleza y el resplandor de la sabiduría. En cuanto a la perfecta hermosura, se recomienda aquí al ser llamada más hermosa que el sol; en cuanto a la suprema nobleza, al ser sublimada y elevada sobre todas las estrellas, o sea, sobre todos los Santos: y en cuanto al resplandor de la sabiduría, al ser ilustrada, en parangón con la luz de la eterna sabiduría, desde más cerca que las demás criaturas.

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío. Me has de perdonar mis culpas y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti te amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos, cómo ofenden a tu divino Hijo y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.

ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que fuiste figurada en aquella nubecilla que el gran Profeta de Dios, Elías, vio levantarse del Mar, y con su lluvia fecundó copiosamente la tierra, significando la purísima fecundidad con que diste al mundo a tu querido Hijo Jesús, para remedio universal de nuestras almas: te ruego, Señora, me alcances de su majestad copiosas lluvias de auxilios, para que mi alma lleve abundantes frutos de virtudes y buenas obras, a fin de que sirviéndole con perfección en esta, vida, merezca gozarle en la eterna. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.

Cuando el Ángel saluda a María la llama “Llena de gracia”. ¿No podríamos afirmar que estas dos palabras “gratia plena” sintetizan maravillosamente todo lo que el celestial mensajero ve de sobrenatural, portentoso y divino en la humildísima Doncella de Nazaret? ¿No vienen a ser estas dos palabras como definición divina de María? De donde se sigue que, si nosotros alcanzáramos a penetrar a fondo el significado de estas dos palabras: gracia y plenitud, tendríamos la idea más cabal que puede poseer la inteligencia humana de las excelencias y prerrogativas de nuestra divina Madre’

LA PLENITUD DE LA GRACIA Empecemos por estudiar la medida en que fue colmada de gracia la Madre de Dios Las palabras del Ángel, “Llena de gracia” nos permiten opinar en este punto cardinal de la presente meditación: la medida de la gracia que recibe María no es otra que Ia plenitud. Pero antes, para concretar bien nuestro punto de vista, notemos que la palabra gracia, en la integridad es su significado, incluye todo don, todo favor, privilegio y dignidad, concedidos a la criatura humana, así en el orden natural como en el sobrenatural, en el alma y en el cuerpo… Pero se emplea más comúnmente en la Ascética y en la Teología, para designar las mercedes y dádivas divinas de orden sobrenatural y comprende la gracia santificante, las gracias actuales, las virtudes infusas y los dones y frutos del Espíritu Santo.

Vamos a centrarnos  casi por completo a la gracia santificante, a saber, a la gracia sobrenatural que recibimos en el Bautismo, que permaneciendo habitualmente en nosotros, nos hace amigos de Dios, participantes de la naturaleza y vida divinas, y herederos de la gloria’.

Ante todo nos urge prestar oído atento a 1o que 1a Teología perenne nos dice de María para acertar en la interpretación de las palabras del Ángel. Pío IX en la bula “Ineffabilis Deus’, al comentar las palabras con que el Ángel saluda a María, dice así: .Con esta singulat y solemne salutación nunca oída hasta entonces, se nos muestra a la Deípara como el trono de todas las gracias de Dios y adornada de todos los carismas del divino Espíritu; más aún, como e1 tesoro y el abismo infinito de todas las gracias” Podemos glosar el pensamiento del Papa de la Inmaculada con la doctrina de Alberto Magno, Doctor de la Iglesia y Maestro pre clarísimo de Santo Tomás de Aquino. Todos los Teólogos de buena gana suscribirían su doctrina. Según este Santo Doctor, María fue: Llena de gracia porque tuvo las gracias comunes y particulares de todas las criaturas. ‘Llena de gracia Porque ‘tuvo gracias que no se hallan en criatura alguna, sino solamente en Ella, como son la Maternidad divina, la exención de todo pecado (lo cual debe entenderse también de la exención del pecado original desde el primer instante de su Concepción Inmaculada) y de toda tendencia al pecado ‘Llena de gracia porque su gracia fue tan perfecta que una pura criatura es incapaz de